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El jardín se extendía ante mí como un cementerio. Bancos de piedra cubiertos de hiedra, rosas negras floreciendo donde la luz del sol no se atrevía a caer, y el olor a ceniza aún aferrándose a la brisa como un viejo fantasma. Caminaba lentamente, deliberadamente, como si cada paso fuera una declarac...

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