33

No podía dormir.

No por las pesadillas. No por la fría piedra bajo mi espalda ni por el aire rancio que asfixiaba la habitación. Sino porque las imágenes no dejaban de parpadear detrás de mis ojos.

Kira. Draven. El sonido de su voz, baja, áspera. Su risa, sin aliento.

Dios sabe cuánto tiempo estu...

Inicia sesión y continúa leyendo