41

Solía soñar con la boda.

No solo una o dos veces, sino obsesivamente. Encaje, invitaciones con bordes dorados, rosas floreciendo en cada rincón. Imaginaba mi vestido, seda, marfil, con una cola tan larga que haría que la gente se quedara sin aliento. Quería violines tocando mientras caminaba por el...

Inicia sesión y continúa leyendo