Princesa malcriada, mocosa tonta

—¿Ya terminaste, señorita? —preguntó sorprendido el mafioso que custodiaba la puerta del casino subterráneo, no había pasado ni una hora desde que Aisha había entrado.

Aisha simplemente levantó una ceja y asintió, luego envió a Owen y sus tropas lejos, diciendo que iría al Hotel Kingsley por su cue...

Inicia sesión y continúa leyendo