¡Un prisionero en mi propio cuerpo!

Patético.

Un sudor frío me brotó en la barbilla mientras salía furiosa, dejando la puerta abierta de par en par. ¿Debería estar celosa? Menos mal que no lo estoy. Si tuviera el más mínimo sentimiento por él, esa comadreja de mujer ya estaría muerta.

No me di cuenta de que estaba apretando mi teléf...

Inicia sesión y continúa leyendo