Capítulo 4 - La apuesta.

Desde la perspectiva de un narrador en tercera persona...

La luna besaba suavemente los pétalos de las vibrantes flores que se mecían en un tranquilo jardín. En medio de este colorido tapiz, una mujer se arrodillaba, sus manos acariciando tiernamente la tierra mientras plantaba delicadamente nuevos brotes. Su rostro brillaba con una serena determinación, sus dedos se movían con una gracia practicada, cuidando cada planta como si fuera su más querido amigo. Tarareaba una suave melodía, el ritmo de su cuidado resonando con la danza de la naturaleza a su alrededor. Con cada caricia gentil, el jardín susurraba su gratitud por su devoto cuidado.

Escuchó una súplica suave desde lejos. Se puso de pie, lista para encontrar de dónde venía la voz. Escuchó la súplica una segunda vez, la voz era suave y determinada, pero llena de ira. Una súplica hecha por las palabras de una mujer moribunda. Hacía mucho tiempo que ninguno de sus hijos suplicaba por algo. La mayoría hacía lo que quería sin temor a las consecuencias.

La Diosa de la Luna, Selene, había estado presente durante miles de años. Ha visto guerras, hambrunas y desastres. Ha visto a sus hijos prosperar y, a veces, los ha visto sufrir. Decidió no involucrarse en sus asuntos hace mucho tiempo. Sus destinos ya estaban decididos y, a veces, interferir traía más daño que bien.

Sin embargo, esta vez era diferente, se sentía diferente. Su desesperada súplica sacudió el corazón de Selene y congeló todo su ser. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras observaba lo que le había sucedido a uno de sus hijos.

—Has sufrido, mi niña —susurró.

—¿No vas a cumplir su deseo? —preguntó otra voz.

Némesis emergió de la nada en una ráfaga de energía, su aura llena de un propósito intenso y autoridad. Su llegada fue acompañada por un silencio ominoso. Némesis, la Diosa de la Venganza, apareció junto a Selene, la Diosa de la Luna. Sus alas doradas brillaban intensamente, un objeto de envidia, su mano sostenía una espada dorada.

—Némesis.

—Selene.

—¿Cómo has estado?

—Aquí y allá. Haciendo lo que se necesita hacer.

Dos mujeres fuertes que representaban cosas diferentes. Selene, la Diosa de la Luna, estaba asociada con la tranquilidad y el misterio, encarnaba los aspectos suaves pero poderosos de la noche, iluminando la oscuridad con su luz suave y etérea. Su presencia exudaba una sensación de calma y gracia, simbolizando el atractivo místico de la luna y su influencia en el mundo natural.

Mientras que Némesis era una Diosa asociada con la retribución y la venganza. Encarnaba la justicia divina, asegurándose de que aquellos que mostraban vanidad o arrogancia enfrentaran las consecuencias de sus acciones. Némesis mantenía el equilibrio y castigaba a aquellos que exhibían un orgullo excesivo o una felicidad inmerecida.

—¿La ayudarás? —preguntó una curiosa Némesis.

La súplica silenciosa que ambas escucharon provenía de un humano, que era considerado uno de los hijos de Selene. Némesis sabía que Selene debía haberla escuchado, pero como de costumbre, podría optar por ignorarla. Némesis, por otro lado, había visto la vida que la mujer había llevado. Una vida de dolor y traición, en sus libros merecía otra oportunidad para obtener venganza.

Selene permaneció en silencio, eligiendo mirar sus flores en lugar de expresar sus pensamientos.

—La ayudaré —anunció Némesis—. Merece otra oportunidad para una vida mejor.

—¿Y si no elige la venganza a largo plazo? —preguntó Selene, fijando su mirada en Némesis.

—Lo hará —argumentó Némesis—. Puedo ver su determinación.

—No creo que lo haga —respondió Selene.

En la tranquila extensión del cielo nocturno, Némesis y Selene se encontraban en medio de la belleza celestial. La suave radiancia de Selene bañaba su entorno, mientras la presencia de Némesis brillaba con una intensidad sutil.

—Esta humana, si se le da una segunda oportunidad, la dedicará completamente a su venganza. Ya ha vivido una vez, así que sabe qué esperar. Y su corazón está lleno de odio y rabia —argumentó Némesis.

—Su corazón está lleno de odio porque nunca ha experimentado el amor. Si tuviera la oportunidad de experimentar el amor, el verdadero amor, dejaría atrás su venganza —dijo Selene.

Mientras contemplaban los asuntos mortales, Némesis expresó su creencia en la bondad y maldad de los humanos, mientras que Selene, con su naturaleza compasiva, veía potencial incluso en aquellos que se desviaban.

—Hagamos una apuesta —dijo Némesis con un destello de travesura en los ojos.

—De acuerdo.

—Apuesto a que buscará venganza cuando le demos una segunda oportunidad —dijo una confiada Némesis.

—Apuesto a que se enamorará y olvidará todo su odio y venganza.

—Todo lo que piensas es en el amor. ¿Acaso entiendes lo terribles que pueden ser los humanos? La vida no es un cuento de hadas allá abajo —Némesis señaló la tierra.

—La vida puede no ser siempre suave y feliz, pero incluso un alma dañada puede cambiar cuando se le da amor.

—¡Pfft! —Némesis estalló en carcajadas.

La forma de pensar de Selene la hacía feliz. Si tan solo la vida fuera tan simple como ella pensaba.

—Hagamos la apuesta más interesante, ¿por qué no le das un lobo, para que pueda tener un compañero? —sugirió Némesis.

Detrás de la sugerencia de Némesis había una trampa. Cuando la humana obtuviera su lobo, le facilitaría su venganza.

—Es una buena idea —dijo Selene, radiante de alegría.

Selene propuso que en el plazo de un año, podría inspirar a un alma amargada a redescubrir la esperanza, el amor y la bondad a través de la suave influencia de la luna. Némesis, confiada en su comprensión de la justicia, desafió a Selene a guiar a alguien agraviado a buscar la retribución justa, en el mismo período.

Con un destello en sus ojos, la apuesta quedó sellada, cada Diosa dispuesta a tejer sus intenciones en la vida del mortal. A medida que pasaban los días, el reino mortal fue testigo tanto de los sutiles susurros lunares como de los rápidos golpes de la justicia divina, moldeando destinos bajo la atenta mirada de Némesis y Selene.

Némesis sonrió al irse, segura de que ganaría la apuesta. Mientras Selene se preparaba para darle a la mortal su lobo. Con sus intenciones claras, la vida de Semira estaba a punto de cambiar. Su súplica silenciosa fue respondida no por una, sino por dos Diosas. Su segunda oportunidad estaba a punto de comenzar.

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