Capítulo treinta y siete

Desde la perspectiva de Elena

—¡Dios mío, Edwina! ¿Cómo pudiste decir eso? No puedo creer que hayas sido tan cruda al respecto— exclamé, sintiéndome un poco avergonzada por cómo había cambiado la conversación.

—Vamos, Elena, no somos niños. Y estoy segura de que antes de que Lucien te prefiriera a...

Inicia sesión y continúa leyendo