Libro 3, parte 97

—Agradecería que al menos guardaras tu propia taza, no soy tu sirvienta —dijo Adara con irritación, mientras yo bajaba del estudio hacia la cocina.

—Sí, me levanté temprano, lo siento —le dije, sonriéndole.

—Y no andes por ahí medio desnudo —añadió, molesta.

—Lo siento —le repetí, pero no me resp...

Inicia sesión y continúa leyendo