Libro 3, parte 114

Después de dejar el libro, Adara y yo nos quedamos sentados en total silencio, tan impactados que ninguno de los dos pudo decir nada hasta que ella rompió el silencio.

—Está bien, tengo muchas hojas de ortiga en la tienda. Puedes beber tu primera taza mañana por la mañana, desafortunadamente, tendr...

Inicia sesión y continúa leyendo