Antes del encuentro
Mi amado esposo, por causa de su trabajo, pasa mucho tiempo fuera de casa. A veces se va por meses, pues él, es un militar de la Marina.
En aquellos días, mi esposo se fue de operaciones tres meses a un puerto lejos de casa. Una noche antes de irse, mientras hacíamos el amor, me dijo que cuando regresara haríamos realidad la fantasía del trío. Nerviosa y con mucho morbo, le contesté que sí, que sería tal y como él, decía, pues de tantas veces que él lo mencionaba, a mí, me empezó a agradar, ya me excitaba la idea de sentir otra piel, que otro hombre disfrutara de mi cuerpo de todas las maneras posibles.
El tiempo en el que mi esposo se fue de casa, por causa de su trabajo, casi todos los días, fantaseamos con el día en que regresara y pudiéramos estar, su amigo, él y yo en la casa, compartiéndonos y disfrutándonos los tres.
Mi compañero de vida, mediante mensajes me pedía que imaginara, cómo sería tener a dos hombres en mi cama, dentro de mis entrañas, uno follando mi vagina y el otro destrozándome el culo. Al principio, solo le seguía la corriente, pero poco a poco, le fui agarrando sabor al juego hasta el punto de llegar a mojarme en exceso, por tantas veces imaginar todo lo que me esperaba para su regreso.
Los “Jueguitos” como le llamaba él, a la acción de masturbarnos mientras fantaseamos, con el hecho de que yo estuviera con otro hombre, eran más constantes. Durante toda su estancia fuera de casa, nos la pasábamos de esa manera. El hecho de mandar fotos a su amigo con shorts pegaditos y en donde mi vagina se podía notar, ya eran comunes.
Todo lo hacíamos por el morbo que nos generaba.
Pasó el tiempo que estuvo fuera y regresó de operaciones. Llevábamos un poquito más de tres meses sin vernos, y, por ende, yo no había tenido intimidad en todo ese tiempo, aun cuando en algunos “jueguitos”, él me pedía que yo tuviera un amante, con el cual pudiera coger mientras no estaba. A veces lo decía jugando, pero en otras ocasiones hablaba muy en serio.
Para ser sincera, ya tenía muchas ganas de sentirlo dentro de lo más profundo de mí, amándonos, de la manera más deliciosa que podría imaginar.
Esa noche cuando llegó, decidimos que no tendríamos intimidad, para que al día siguiente pudiéramos llevar a cabo la fantasía, que tanto habíamos imaginado, planeado y que tanto habíamos deseado.
Al día siguiente de su ansiada llegada...
Por la mañana, mi esposo y yo, habíamos acordado que iríamos a un centro comercial, luego de dar algunas vueltas y compartir unas cervezas, en un lugar muy ameno, nos trasladamos a una tienda y aproveché para comprarme una lencería de encajes de color negro, pues era mi favorito, además de ser un color muy elegante.
Para ser sincera me sentía extraña, en todo momento, la adrenalina y el morbo, recorrían mi cuerpo porque sabía lo que teníamos en mente hacer con esas prendas, eso me generaba mucha excitación y un hormigueo incontrolable, que hacía que mi vulva, se humedeciera en abundancia.
El tiempo se acercaba con mucha rapidez… Conforme pasaban los minutos y las horas, me sentía cada vez, más llena de dudas, las cuales, por la confianza que había entre mi esposo y yo, siempre trataba de hacérselas saber, para que, a través de la transparencia de mis palabras, él entendiera que había ciertas cosas, que me podrían incomodar antes del encuentro.
—Papi, ¿Y si no me gusta el chico? o ¿Si yo no le gusto a él?, o si de pronto, ¿no me gusta su sabor? —le preguntaba temerosa.
Eran varias mis dudas, y es que, pueden parecer preguntas tontas, pero para mí, tenían gran importancia. Él solo me decía que me tratara de tranquilizar, que estaba seguro al cien por ciento, que me iba a gustar su amigo. Ya lo había visto por fotos, pero siempre he dicho, que no es lo mismo verlo en fotografías a conocerlo en físico, es decir, de forma personal. Una de las cosas que también me mencionó mi amado, fue que le había llevado mucho tiempo encontrar al indicado, alguien que cumpliera con el principal requisito de ser discreto, para poder ser el elegido, al cual, le pudiera entregar a su esposa, sin problemas. O sea, a mí.
–¿¡Cómo!? O sea, que todo esto ¿lo has planeado desde hace mucho tiempo? –le pregunté, al tiempo que lo tomaba con ambas manos de sus hombros.
–Sí, desde hace mucho tiempo ya –me dijo sonriendo. —Sujetó mi cintura y besó mi boca de forma lasciva y eso, me calentaba cada vez más.
Pareciera que el reloj, era un cómplice más de mi esposo, cada segundo, era insistente en que ya debía pasar lo que tenía que pasar, lo escuchaba sonar en mi mente, tic – tac, tic – tac, era un sonido un poco estresante, pues, me mantenía con los nervios a flor de piel.
Faltaban algunas horas para que llegara el momento tan esperado por mi esposo y, aunque suene increíble, también, lo era por mí. Estaba demasiado nerviosa y un tanto, frenética. Las manos me sudaban. Las piernas me temblaban. Nunca me había sentido de esa manera. Era como si un exceso de adrenalina recorriera por mi cuerpo y explotara en mi intimidad, mientras que mis hormonas, hacían algarabía en mis adentros.
Todo estaba perfecto. Los planes iban viento en popa, aunque, había un gran detalle que no habíamos tomado en cuenta, pero obviamente, no dejaríamos que eso interrumpiera nuestros planes. El detalle del que no nos fijamos, era que nuestros hijos estaban en casa. Tuvimos que recurrir, a la vieja confiable. Improvisamos, y en complicidad con mi esposo, le inventamos un pretexto a mi suegra, para que cuidara a nuestros hijos y no hiciera muchas preguntas. Quizás en el fondo ella sabía qué haríamos, pues alguna vez fue joven. Sin pensarlo un par de veces, mi suegra dijo que ella cuidaría a nuestros hijos, y que no había problema alguno, algo que nos pareció sumamente extraño, pero ya que había aceptado, no le dimos más energía a eso. Ahora sí, ya todo estaba resuelto, tan pronto como pudimos le llevamos a los niños a mi suegra y después regresamos a casa.






























