Placeres

Preparé una deliciosa comida para recibir a nuestro invitado de honor, ese que estaba destinado a cumplir la fantasía sexual más perversa, que hayamos pensado y arreglado, mi amado esposo y yo. Al terminar de realizar, los quehaceres del hogar y de preparar la deliciosa cena, me dispuse a darme un buen baño.

Entré a mi habitación, me despojé de mis ropas y entré desnuda al cuarto de baño, allí, tenía un espejo de cuerpo entero, me miré de arriba abajo, mientras lo hacía, me acariciaba los labios, los pezones e iba bajando hasta mi vagina, que ya comenzaba a humedecerse, con el solo hecho de pensar en lo que estaría a punto de pasar con mi marido y ese amigo, al que llamábamos “mi novio”. Me sentía muy deseada, por lo que ya comenzaba a calentarme, sintiendo ciertos hormigueos en mi entrepierna. Entré a la ducha, abrí la llave de agua caliente conjuntamente con la fría y me metí bajo el agua, esta, me recorría entera, tomé el champú de pétalos de rosas y aceite de oliva, y, me eché un poco en la mano, frotándolo en mi cabeza, deseaba tener el cabello brillante y expidiendo un rico aroma a flores, luego, tomé la barra de jabón con aroma a orquídeas negras, por ser una flor, que no era fácil conseguir, los productos con este ingrediente, solían ser aparte de muy costosos, con un aroma inigualable y para el momento, era el indicado.

Al terminar de enjabonarme y sacar la espuma, tomé la máquina y aproveché para quitarme todos los vellitos de mi área pélvica y los del culo, pues tenía que estar lista para el encuentro más esperado por nosotros, de manera que, quería que fuera especial todo y no se escapara ningún detalle. Habiendo verificado que no quedaba ningún vellito y que todo estaba bajo control, cerré ambas llaves, tomé la toalla y me dispuse a secar el cabello. Al salir de la ducha, lo hice aún desnuda. Caminé del baño a la cama en donde estaba puesta la ropa que me pondría.

–¡Wow! ¡Que rico se te ve eso mi amor! –me dijo mi esposo, lazándome una mirada y sonrisa lasciva.

–¿Te gusta papi? –le pregunté. Estiré de un lado mi labio, mostrando con ello una sonrisa perversa.

–Sí, sí me encanta. Se te ve exquisita así bien depilada, provoca comérmela –me dijo, al tiempo que se llevó la mano derecha al área de su falo, el que, sobre su pantalón apretó fuerte.

–La dejé así de exquisita y apetitosa, para que mi novio, es decir, tu amigo la disfrute como se merece –le dije. Noté que se le resaltaba un bulto sobre su pantalón, aunque lo trataba de calmar con apretones.

–¡Ay! Mi amor, me excitas mucho, mírame como me tienes –me dijo.

–Ahora voltea para acá, papi –le dije, dándole la espalda –esto también lo preparé para que se lo coma todito –inspiré. Con mis manos, jalé mis nalgas para que se abrieran y él, pudiera apreciar como mi culo estaba depilado y tan dispuesto a ser disfrutado, también.

Veía a mi amado esposo, saborearse. Estaba excitado, lo podía ver en cómo se sobaba el miembro.

Mientras mi esposo me observaba, yo me ponía la lencería, que el mismo me había comprado para que mi amante me disfrutara.

–Mami, Y ¿esa ropa? ¿Para quién es? –me cuestionó.

–Es la que me compraste, para que reciba a tu mancebo, mi amor –le dije sabiendo lo que quería escuchar.

–Si mi amor, así es, para que mi mancebo te disfrute. ¡Me vuelves loco! –me respondió, mientras se mordía los labios y se acercaba a mí.

Estaba muy cerca, pegadito a mi cuerpo. Tenía su miembro erecto, su vigorosidad era intensa. Me hinqué ante él y con una de mis manos, saqué su polla y me la llevé a la boca. Se la empecé a mamar de una manera en la que sabía que lo volvía loco. Mientras le daba placer con mis labios. Una mano se movía de arriba hacia abajo, y la otra, acariciaba sus bolas. Eso le gustaba, le fascinaba, aunque solo se la mamé unos cuantos minutos, pues el tiempo se nos agotaba.

–Déjame terminar de arreglarme, amor –le dije, al tiempo que me limpiaba los labios, de los que, me escurría mi propia saliva.

Caminé hacía el tocador, aún desnuda. Lo hacía contoneándome y de una manera sensual, para que mi esposo me mirara y mantuviera esa excitación que me demostraba.

Empecé a maquillarme de la mejor manera en que pude. Me puse un vestido corto, color negro, muy entallado, para que mi figura se notara y fuese más provocativa. Pues al final de cuentas, esa era la idea, ser lo más provocativa posible para que el mancebo de mi esposo, me viera y lo excitara tanto como pudiera. Es por eso, que me arreglé como él mismo, me lo había pedido, incluso él, escogió la ropa que me pondría para el tan esperado encuentro, ese, en el que me entregaría a otro hombre, para que éste, me hiciera gemir, gritar, bramar de placer, delante de su presencia.

Esa ropa que me había puesto, era la que más le gustaba a mi esposo y le excitaba mucho, por la forma en cómo me quedaba, pues decía que me veía como toda una puta y que, a cualquier hombre se le antojaría cogerme y eso le gustaba, lo volvía loco. Yo conocía la debilidad de mi esposo, sabía lo que quería de mí. Sabía que le excitaba lo que dijera y siempre, le daba ese placer de que escuchara o viera lo que le fascinaba.

Mientras terminaba de arreglarme, mi esposo se metió al baño para darse una buena ducha.

–¡Amor! –le dije antes de que entrara al baño.

–Dime –me respondió.

–Te lavas bien el culo, ¿Qué tal y se nos hace realidad las dos fantasías al mismo tiempo? –sonreí con perversidad al decirle.

–No. Hoy no. Es solo una a la vez –me dijo y entró al baño.

Al terminar de bañarse, mi amorcito se arregló.

–Ahorita regreso amor, voy por tu novio –me dijo.

–Si amor, ve por tu mancebo… Pero no demores mucho, que ya muero de ganas porque me haga su puta. Porque se coma mi vagina y me saboree el culo, pues, ya traen mucha hambre de su verga –le dije antes de que se fuera.

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