Ansiedad

“Estoy deseando que su lengua se pierda en mi sexo”.

Los nervios me consumían, sentía como me carcomían las entrañas. Pasaba un sinfín de cosas que me tenían muy inquieta. Ya mi esposo, se había ido a buscar a mi novio. Escuchándome decirlo, puede sonar absurdo, pues creo que, no es muy normal que mi propio marido fuera a buscar al hombre, que muy seguramente, me haría disfrutar de un buen sexo, tal vez, muy diferente del que disfrutaba con mi amado esposo.

Desde que Enzo se fue, ya habían pasado casi cuarenta minutos y nada que volvía. Los minutos se me hacían eternos, pasaban tan lentos que me agobiaba más de lo que ya estaba, por lo que, en ese lapso de tiempo, me sentí muy nerviosa, era tanto así, que me sentaba en la cama, me levantaba, volvía a sentarme. Movía los pies inconscientemente, columpiando las piernas. Revisaba mi celular constantemente, esperando leer un mensaje que nunca llegaba. Caminaba de un lado para el otro, por toda la habitación.

Mi respiración, se entrecortaba, cada vez que pensaba en el momento, en que ellos, llegarían y entraran por esa puerta. Las ansias me estaban matando. El corazón se me iba a salir, en realidad, no sabía que iba a suceder, si todo lo planeado, iba a salir bien o si, nada saldría como lo ideamos.

Por mi mente pasaban mil preguntas que me tenían intranquila y me hacían sentir cierta inseguridad, que de alguna forma sembraban temor en mí. Tal vez, estaba armando una tormenta en un vaso con agua, pero, generalmente, las mujeres solemos hacerlo y, aunque eso no me justifica, estaba a la expectativa de lo que podría pasar.

No dejaba de preguntarme, en mis adentros:

– Y, si se arrepiente, y le dan celos a mi esposo, ¿Qué hago? ¿Lo tomo a la ligera o me hago la preocupada?

– O, si estando follando, saca un arma y ¿Nos mata? o ¿Trata de robarnos nuestras pertenencias?

– Y, ¿si no le gusto al chico, cuando me vea? Sea porque le parezca desabrida o desarreglada. —Sé que estaba sonando insegura, pero estaba muy nerviosa, al fin y al cabo, era la primera vez que haría algo así.

– Y, ¿si no me gusta él a mí, al verlo? ¿Si es tosco y no huele bien?

– ¿Estará feo o guapo? ¿Será un hombre de mi tipo? Porque en las fotos se pueden colocar muchos filtros.

«Cálmate Shanell, ¡Cálmate!», me repetía una y otra vez, pero mi mente seguía en la disyuntiva.

– Y, ¿si está muy gordo? o ¿Muy delgado y flácido?

– Y, ¿si tiene la polla chiquita y flaca? o ¿No es nada aseado?

–O, ¿si la tiene muy gruesa y me lastima? y, ¿No tiene delicadeza al penetrarme?

– Y, ¿si la tiene muy grande y cabezona, y con eso me destroza el culo? ¡Dios mío!, tantas preguntas me están poniendo más nerviosa de lo que estoy, esto no me calma, no, no, más bien, me pone más ansiosa aún.

Mi mente, conforme pasaban los segundos, seguía creando preguntas sin respuestas, pero todo fue interrumpido por el timbre de mi celular.

Ring, Ring, Ring

– ¡Hola amor! ¿Pasa algo? ¿Por qué se han demorado tanto? –le respondí al teléfono.

– Ya estamos por llegar mi amor, ¡Prepárate! –me dijo y, al escucharlo, mi rostro quedó atónito, perplejo. Tragué saliva y unos segundos después, los escuché llegar…

Toc, toc, toc.

Se escuchó un ruido en la puerta principal.

Al oír que tocaban la puerta y saber que eran ellos quienes estaban ansiosos por entrar, me bloquee… no sabía si debía abrir la puerta o saltar por la ventana, echarme a correr e ir gritando como loca pidiendo auxilio, socorro o cosa parecida. En ese momento, sentí un exceso de nervios, tantos que me temblaban las piernas al grado de no poder ni caminar.

Sentía una adrenalina que irradiaba por todo mi cuerpo, extendiéndose, a una velocidad impresionante. También tenía temor, pues si algo no salía bien, hasta mi matrimonio podría fracasar por eso, justo en ese momento me di cuenta, que hasta eso estaba pendiendo de un hilo, claro que, de no salir como se esperaba, podían pasar mil cosas, como no podría pasar nada y, a ambos nos gustara la experiencia, al punto de volver a tenerla, sea con este novio, que mi esposo había conseguido para mí o con otro, que escogiéramos cuando fuera necesario. Teníamos mucho que perder, pero, a su vez, también mucho que ganar.

Salí de mi cuarto, con dirección a la sala, estaba decidida y ya me había armado de valor para abrir la puerta.

Parecerá tonto, pero inmediatamente después de abrir la puerta que da acceso a la casa, corrí a mi cuarto como loca, no me importó traer tacones, solo corrí despavorida para salvar mi pellejo… ¿De qué? Aún no lo sé.

Unos segundos después, desde el interior de la habitación, en donde estaba refugiada, escuché que entraron a la casa y seguido, la voz de mi esposo que me decía: ¡Shanell! ¡Mi amor! ¡Ya llegamos!

Al escuchar la voz de mi marido, una vez más no supe qué hacer ni qué decir. Los nervios me traicionaron, pero como pude le respondí. Al hacerlo, tartamudeé y no se entendían las palabras que dije. Traté de controlarme y cuando lo hice, le dije que me diera unos minutos más. Le inventé que solo estaba terminando de arreglarme, dándome unos últimos retoques para recibirlos, pero que ya estaba por salir.

A decir verdad, la realidad era que estaba mucho más nerviosa, y que, sentía temor y hasta ganas de llorar por no saber qué hacer, ante la situación que se me estaba presentando en ese justo momento y por la que había estado esperando tantos días.

“Ya no sabía qué hacer, aunque por dentro las hormonas parecían estar en un festín”.

Habían pasado varios minutos y yo seguía dentro de mi habitación, el cuerpo me temblaba, sentía que no lo iba a poder hacer, pues me daba mucha vergüenza. Mi esposo, entró a la recámara en donde me encontraba como un animalito asustado, con mucho miedo.

– ¿Qué te pasa, princesa? ¿Por qué tardas en salir, mi amor? –me dijo sonriendo, al tiempo que me tomaba de la mano para tratar de tranquilizarme.

– ¡Lo siento, amor! ¡De verdad, lo siento mucho! Pero la verdad, siento que no voy a poder con esto –le dije agachando la cabeza y con un tono triste–, estoy muy nerviosa ¡Mira cómo me tiemblan las manos y las piernas! –le dije mostrándole las palmas de mis manos.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo