Capítulo 3 Su Futuro En Sus Manos

Justin seguía de pie en el medio de la calle mientras el Corvette color vino se alejaba. Volvió a leer la tarjeta, no era una coincidencia ¿O si? toparse con alguien vinculado a la persona o a la empresa que tiene su futuro en sus manos era demasiado… Extraño.

Sin pensarlo más Justin guardó la tarjeta en el bolsillo de su pantalón y subió a su auto, no podía llegar tarde a la cita que definiría toda su vida.

Mientras iba de camino a la reunión, su mente no dejaba de pensar en la exuberante rubia de hacía un momento, su cabello perfectamente arreglado, sus labios carnosos, una parte de él sintió curiosidad. Carla Connors, recordaba el nombre cuando Margueritte conversaba con él, su nieta preferida. Sus ojos, su admiración.

¿Será posible? fue el pensamiento de Justin, que fue interrumpido en ese instante por el sonido de su celular, al ver la palabra casa, rodó sus ojos exhalando un suspiro intenso y alargado, sabía de qué trataría la llamada, presionó el botón aceptando la llamada.

— ¿Y ahora qué hizo? —preguntó resignado a la persona del otro lado.

— ¡Pues qué va a hacer! Otra niñera salió despavorida y tuve que dejar de atender en la tienda para venir a cuidarla —se escuchó la histeria de su madre.

— Pero ¿Qué fue lo que hizo? —repitió la pregunta, ignorando las quejas de su madre.

— ¡¿Quieres saber?! Pues bien, la niñera tenía pantalones anchos, de esos que usan los jóvenes ahora, TU HIJA le colocó granos de maíz en los bolsillos y luego la llevó con las gallinas. La pobre chica, sin darse cuenta, iba dejando rastros y obviamente las aves enloquecieron yéndose sobre ella. Esa pobre mujer gritaba como loca y para terminar la función cayó sobre el chiquero de los cerdos.

Justin volvió a exhalar, imaginando toda la situación. Aunque una sonrisa ladeada surcó sus labios. Había que ser tonto para no reirse de las ideas de su hija.

— Justin, no sé qué le pasa a esa niña. Te dije que consentirla demasiado iba a ser un problema. La hubieses visto ella estaba muy tranquila comiendo una paleta viendo cómo la pobre chica intentaba salir del chiquero, mínimo se merece ir a un internado.

La sugerencia de su madre, hizo que Justin apretara con fuerza el volante, jamás la apartaría de su lado. No después de lo que vivió con su ex…

— Eso nunca lo voy a hacer, mamá y lo sabes. Esta misma noche estaré de regreso en Texas, solo… yo lo resuelvo al regresar.

— Eso espero —De inmediato se oyó sólo el sonido de la llamada colgada, Justin solo deseaba acabar con ese día para volver al lado de lo único que le importaba en la vida su pequeña Sofía.

Cuando comenzó a hacerse cargo del rancho Lone Star, pensó que sería difícil hacerlo prosperar al ser padre soltero con una pequeña recién nacida. Margueritte le permitió quedarse y le ofreció un préstamo para poner andar el rancho. Para ella, era una pequeña inversión. Para él, salir de la oscuridad.

Con mucho esfuerzo aunque con el corazón roto por el abandono de la madre de su hija, trabajó incansablemente para lograr el éxito del rancho y después de años de esfuerzo, lo logró.

Pero, jamás imaginó que ser padre resultaría igual o más complicado que cuidar un rancho. Sin embargo, no cambiaría a su hija ni por todo el oro del mundo, todo lo que hace es por ella.

(...)

Justin estacionó frente al enorme edificio con letras doradas Bella Inc. Se imponía frente a él, frío y sin vida, al igual que su amiga. Aquí había sido citado para la lectura del testamento de Margueritte. Sintió un hueco en la boca del estómago, conocía perfectamente a su socia y en muchas conversaciones ella dejó clara su intención de involucrarlo, con su nieta, pero él desviaba los comentarios con los temas del rancho.

El amor había muerto para Justin, las mujeres para él solo signficaban una cosa, sexo sin ataduras, sin complicaciones y lo más importante sin sentimientos.

Nunca volvería a confiar en una mujer, lo hizo una sola vez y juró no permitirlo nunca más, se volvió un hombre frío, calculador, hasta manipulador y con algunos gustos… extravagantes.

— Buen día, mi nombre es Justin Black, vengo a una reunión con el señor Clarence Meyer — Justin se impacientó esperando por el vigilante.

— Aquí está su gafete, puede pasar —le indicó. Justin solo le ofreció un gesto amable y arrancó, se frustró aún más al no encontrar espacio para estacionar “maldita ciudad” pensó de inmediato, detestaba la vida citadina y agitada de estos lugares, cuando por fin encontró un lugar se apresuró para detenerse, puesto que estaba llegando tarde y el retraso le saldría caro, era más tiempo en ese lugar y alejado de Sofía. Estaba a miles de kilómetros y de solo pensar le daban ganas de darse la vuelta y volver, pero no podía.

Juró conseguir sus objetivos a como diera lugar. Era esa mentalidad la que lo ha llevado a ser un hombre exitoso, entendió que los sentimientos solo son un estorbo para alcanzar el éxito y seguirá pensando de la misma manera.

Justin siguió la recomendación del vigilante, notó que el edificio era mucho más grande de lo que se veía.

Salió corriendo hacia el ascensor y reconoció a la exuberante rubia que lo chocó y pegó un grito para que detuviera el ascensor, pero las puertas se cerraron solo a un metro de su llegada.

— ¡Maldita sea! —gruñó mirando su celular, esperó con gran enojo presionando el botón del ascensor como un desquiciado. Negaba con su cabeza en silencio, con las manos metidas en su bolsillo, pensando en la grosería de la rubia.

— Es evidente que es una mimada, no se parece en nada a Margueritte, no sé por qué me sorprende, todas las mujeres son iguales.

Cuando las puertas metálicas se abrieron, la boca de Justin se abrió completamente, estaba sorprendido por el lujo que se presentaba ante sus ojos.

— Margueritte, sí que tenías estilo —susurró detallando todo el lugar, de lejos observó a la rubia conversando con alguien que le entregaba una tableta y un café, asintió reconociendo esas curvas hasta que su visión fue bloqueada por una mujer de baja estatura.

— Usted debe ser Justin Black

— Así es, el señor Clarence me citó —aclaró su garganta, concentrandose en averiguar su presencia en ese lugar.

— Venga por acá —Justin asintió, pero sus ojos estaban enfocados en seguir el camino tomado por la rubia, ¿Era bonita? sí, pero ya la catalogaba como una arrogante y mimada además de grosera, por su mente surgió la idea de otorgarle unos cuantos de sus castigos.

Dejó de pensar en ella enfocándose en lo que debía, su futuro. Al entrar a la sala habían dos hombres sentados frente a una enorme mesa ovalada, ambos lo miraron de inmediato.

— Mucho gusto, señor Black, soy Clarence Meyer. Margueritte me habló mucho de usted —el otro hombre, el tío de Carla lo miró con cierta cautela de arriba abajo—. Él es el señor Marcus Connors— la presentación se interrumpió con la entrada de Carla, al verlo se paralizó, Justin solo la ignoró hasta que la escuchó.

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