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Me dirijo por el pasillo hacia mi habitación, pero a mitad de camino, mis rodillas ceden y termino desplomándome contra la pared. Con la espalda apoyada en ella, me siento en el suelo, colocando mis brazos sobre mis rodillas. Cierro los ojos, sintiéndome impotente.

—¿Vas a decirme qué pasó ahora?

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