Bragas Big Girl

Irene estaba exhausta.

Llevaba ocho horas del día después de una noche inquieta y una taza de café débil. Una de sus pacientes había estado gritando su propio nombre una y otra vez desde que ella entró al piso. Nada, ni siquiera sobornos y una dosis saludable de medicación, podía calmarla.

Irene t...

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