CAPÍTULO 12

CAPÍTULO DOCE

Mi mirada aguda estudió los cuerpos, trazando cómo les habían arrancado los corazones. Esto no era obra de un asesino callejero de poca monta. Quienquiera que fuera, tenía que ser un asesino bien entrenado. No estaba seguro de si descartar la posibilidad de que el asesino fuera un lob...

Inicia sesión y continúa leyendo