Capítulo 2
Victor llama a la puerta de mi casa. Mis padres están en casa, ya que hoy es domingo.
Papá abre la puerta y se sorprende al ver a Victor.
—Guerrero Kentucky, qué agradable sorpresa —dice, inclinándose un poco. Luego me nota a mí y nuestras manos entrelazadas. Frunce un poco el ceño.
—¿Mia? —Papá está confundido, mirándonos a ambos.
La situación se le aclara y una sonrisa aparece en su rostro.
—Por favor, pasen —se hace a un lado para dejarnos entrar.
Intento soltar mi mano, pero Victor la sostiene con fuerza.
—¿Quién es, cariño? —mi mamá llama desde la cocina. Sale y nos ve, a mí y a Victor, tomados de la mano. Sus ojos empiezan a brillar de alegría y felicidad.
Nos sentamos en el sofá blanco de nuestra sala. Papá se sienta en la silla individual. Mi casa no es muy grande. Tenemos dos habitaciones, una sala pequeña y una cocina compacta. Pero es mi hogar, mi zona de confort. Mis padres han trabajado duro para conseguirla y han ahorrado suficiente dinero para mi escuela. Estoy muy agradecida por ello. Me han dado una vida muy decente.
Hay un silencio incómodo en la habitación. Finalmente, Victor aclara su garganta para decir algo.
—Umm, señor y señora Davis, yo... umm... Como pueden ver, su hija es mi compañera y... y me gustaría pedir su permiso para llevarla conmigo a mi lugar.
Mi mandíbula se cae, ¿quiere que me mude con él?
Mi papá parece preocupado, pero mi mamá está radiante. Aplaude con emoción y junta las manos cerca de su corazón. Mira a Victor con admiración.
—Pero, ¿no crees, Guerrero Kentucky, que es demasiado pronto para... —mi papá está a punto de decir, pero mamá lo interrumpe.
—No seas tonto, Joel, necesitan empezar su vida lo antes posible, ¿no es así, Guerrero Kentucky? —Ella sonríe ampliamente.
—Cariño, ¿por qué no vas y empacas? —me dice mamá.
La miro desconcertada. ¿Por qué tiene tanta prisa? La fulmino con la mirada. No puedo creerlo. ¿Es ella mi mamá, enviándome con un extraño?
—Él es nuestro compañero —Aya resopla.
—Estoy muy confundida, Aya, ¿qué deberíamos hacer? —le pregunto, desconcertada.
—Mira, chica, tiene que suceder algún día, así que que sea hoy —me dice Aya.
Como no me muevo, mi mamá me mira.
—Cariño, ve y empaca —me dice con firmeza.
—Pero Clara... —mi papá intenta decir algo de nuevo.
—Sí, cariño, casi lo olvido, déjame traerles algo de beber.
Ella me agarra del brazo y me lleva a mi habitación, yendo ella misma a la cocina.
Me quedo en medio de mi habitación mirando alrededor. Mi habitación no es grande, pero amo cada rincón de ella. Mi pequeña cama individual, mis muñecas en el cabecero, mi gran oso de peluche sentado en la silla. ¿Cómo se supone que debo empacar todo esto? Suspiro. Mi teléfono suena continuamente. Es Christabel. Veo su mensaje.
—¿Es él tu compañero? —pregunta Christabel.
—¡Sí! —respondo y apago mi teléfono.
Entonces escucho la puerta de mi habitación abrirse y cerrarse. Es él, es él. Lo sé, puedo olerlo. Oh, ese olor a aire fresco de la mañana mezclado con pinos. Pero, ¿por qué me pongo tan nerviosa a su alrededor?
Y antes de que pudiera pensar en algo, me encuentro en unos brazos fuertes y duros, con cosquillas electrizantes, un abrazo que derrite el corazón y respiraciones pesadas.
Estoy pegada a la pared, con un cuerpo pesado envolviéndome.
—MÍA —gruñe.
—V..Vic..tor..? —balbuceo.
—Lex —dice con una voz áspera y ronca.
—¿Lex? —pregunto confundida.
—Mi Lex —dice Aya sonrojándose.
Oh, ¡ok! El lobo de Victor.
—Hola, hola Lex —digo.
Ha enterrado su cabeza en el hueco de mi cuello y está inhalando profundamente. Luego sube y me mira a los ojos, sus ojos son de un azul intenso en lugar del gris ceniza de Victor.
—Hola, hermosa. Hemos estado esperando por ti tanto tiempo —sonríe, acariciando mis mejillas con su pulgar.
Me debilito en las rodillas, y él sonríe más ampliamente, sosteniéndome.
—¿Podrías traer de vuelta a Victor, por favor? —pregunto educadamente, no es buena idea ofender a un lobo guerrero.
—Él es aburrido, me necesitarás —rozando su nariz con la mía y cerrando los ojos.
Cuando los abre, estoy mirando unos ojos grises, él me mira confundido y se mueve un poco hacia atrás, dándome mi espacio personal que Lex estaba invadiendo felizmente.
Victor me toma la cara con preocupación.
—¿Te hizo daño?
Niego con la cabeza.
Asiente, dando unos pasos hacia atrás, dejándome.
—¿Qué dijo?
—Solo 'Hola'...
—¿Actuó de manera inapropiada? —pregunta con el ceño fruncido.
—No —respondo.
—Ojalá lo hubiera hecho —comenta Aya.
—¡Ok! Vine a ayudarte a empacar, y él tomó el control, lo siento —Victor se rasca las cejas con el pulgar.
Oh, así que está nervioso de nuevo, se ve tan lindo haciendo eso.
—Empecemos entonces —dice, abriendo mi armario y encontrándose cara a cara con sus propias fotografías, algunas sonriendo, otras peleando, y una con el traje que usó para la ceremonia de Alfa, que he pegado en el interior de la puerta del armario.
—¡Ohhh! —dice. Cierro los ojos con fuerza, mordiéndome los labios.
—Yo... quiero ser una guerrera como tú algún día —le digo, mirando hacia otro lado, fingiendo recoger mis cosas.
—¡Oh! Ok, claro. —Luego va a abrir un cajón y lo cierra de golpe con un ruido fuerte, retrocediendo del armario.
Probablemente abrió el cajón que contiene mis prendas íntimas.
—Será mejor que te espere afuera —sale corriendo diciendo eso.
El día se está volviendo bastante interesante.
Empaco todas mis cosas esenciales y salgo con mi bolsa y mi mochila para la escuela.
Victor toma mis bolsas y las coloca en la parte trasera de su jeep.
Nos vamos hacia la casa de la manada, después de despedirnos de mis padres. Mi papá me dice que los visite cuando los extrañe.
Estoy tan nerviosa, una nueva vida me espera...
