Capítulo 40.

Después de recibir la paliza que asumió merecía, Gabriel se desplomó en el sofá, jadeando y resoplando de dolor. Los otros dos hombres, que estaban cuidando sus nudillos partidos, lo miraron con odio.

—Eres un maldito imbécil, ¿lo sabías? —gritó Alex, todavía no superaba lo que Gabriel le había dic...

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