Capítulo treinta y cuatro: El aroma de la traición

Las carrozas se detuvieron frente a una posada de piedra cubierta de musgo, enclavada en el recodo de las colinas salvajes—un descanso a mitad de camino entre los territorios exteriores y las puertas del palacio.

El aire era más frío aquí. Húmedo con musgo y tensión. La luz menguante se filtraba a ...

Inicia sesión y continúa leyendo