Capítulo cuarenta y cinco: La mañana siguiente

Calor.

Fue lo primero que Cass sintió. Un calor sólido, anclador. El brazo de Caius estaba envuelto firmemente alrededor de su cintura, su respiración lenta y constante contra su hombro desnudo. La manta se había deslizado en algún momento de la noche, exponiendo su espalda al aire de la mañana, pe...

Inicia sesión y continúa leyendo