Capítulo setenta y uno: Un harén apto para un futuro rey

Alder inclinó el frasco, observando el líquido iridiscente moverse en su interior. Olía ligeramente a madreselva y ceniza—dulce, pero con algo amargo debajo. Igual que la noche que se avecinaba.

No lo bebió. Aún no.

Al otro lado del salón, Caius se apoyaba contra una columna, con los brazos cruzad...

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