Capítulo setenta y cinco: reclamado

Cass se sentó lentamente, el calor de la mano de Caius aún persistía en su piel. Apartó las cobijas y colgó las piernas al costado de la cama.

—Cass —dijo Caius, preocupado, sentándose con ella—. Necesitas descansar.

—No puedo —susurró, poniéndose de pie con piernas temblorosas.

El mareo la golpe...

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