Capítulo setenta y ocho — Futura reina

Para cuando el agua se había vuelto tibia y la piel de Cass se había arrugado, Caius finalmente se levantó, levantándola con cuidado de la bañera. La secó con una toalla de lino suave, cada movimiento tierno, reverente, como si estuviera manejando algo sagrado.

Cass no protestó cuando él la guió de...

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