Capítulo ochenta y ocho: Cenizas en la oscuridad

La mazmorra apestaba a moho y cadenas oxidadas. Una delgada línea de luz de luna se colaba por la única ventana enrejada, alta sobre el suelo de piedra. Eira estaba inmóvil en el rincón más alejado, con la espalda pegada a la fría pared, su cabello antes lustroso ahora enredado y apelmazado. El sile...

Inicia sesión y continúa leyendo