Capítulo noventa y ocho: Deseos fracturados

Eira irrumpió en el pasillo, su respiración agitada mientras llegaba a su habitación y cerraba la puerta de un golpe. El silencio fue un consuelo, hasta que se giró y se dio cuenta de que no estaba sola.

Alder estaba cerca de la ventana, con los brazos cruzados, la luz de la luna dibujando líneas a...

Inicia sesión y continúa leyendo