Capítulo 2. Regalo especial
2. Regalo Especial
"¡Papá! ¿Dónde está mi regalo?" resoplé, sintiendo una mezcla de emoción y molestia mientras mis padres me tomaban el pelo diciendo que no habían comprado ningún regalo para mi cumpleaños.
"¡Te lo mereces! De verdad pensaste que tu papá no te traería ningún regalo. Pues bien, no te voy a mostrar lo que traje," papá fingió estar herido, con un brillo travieso en los ojos.
"Jade, deja de molestar a mi niña y muéstrale ya lo que le compramos," mamá me apoyó, su voz llena de diversión.
"¿Dónde está la diversión en eso, Lyn?" papá le guiñó un ojo a mamá, manteniendo el suspenso.
Y así, me vendaron los ojos y me llevaron al patio trasero. Sin quitarme la venda, papá me entregó algo que sentí que era la llave de algo especial.
Cuando finalmente me quitaron la venda, no podía creer lo que veía. Frente a mí estaba un hermoso Audi R8 negro, mi coche favorito de todos los tiempos. Siempre había sido escéptica sobre pedirlo, ya que quería comprarlo con mi dinero ganado con esfuerzo.
Pero mis padres habían escuchado mis deseos no expresados, y ahí estaba, brillando ante mí, con 'Iris' escrito en grande en la matrícula, el apodo cariñoso que mis padres siempre me habían llamado.
"¿Te gustó, Iris?" preguntó papá, sus ojos llenos de anticipación.
No podía contener mi felicidad. Me lancé hacia adelante y abracé a papá con fuerza, sintiendo una alegría abrumadora burbujeando dentro de mí.
"¡Me encantó, papá! Gracias, gracias. ¡Eres el mejor! Te quiero," exclamé, mi voz llena de gratitud y emoción mientras le daba un beso en la mejilla.
"Yo también te quiero, mi princesa," respondió él, su voz llena de afecto, mientras me besaba tiernamente en la frente.
"Mira a quién están olvidando. Oye, fui yo quien sugirió la idea de conseguir esto como regalo de cumpleaños," mamá hizo un puchero juguetón, fingiendo sentirse excluida.
"Vamos, cariño, nadie te está olvidando," papá la tranquilizó, con una sonrisa en los labios.
"Pero escuchen, ustedes dos. Hubiera preferido comprar esto con mi propio dinero. Me han consentido demasiado," expresé, sintiendo una punzada de culpa en medio de mi alegría.
*"Oh, vamos. ¿A quién consentiríamos si no es a nuestra única hija?" dijeron al unísono, sus voces llenas de calidez y amor.
Cada vez que veo sus pertenencias, se agita una mezcla de emociones dentro de mí, sentimientos que desearía poder evitar. Sin embargo, paradójicamente, estos son también los momentos que más atesoro. Mis padres dejaron todo lo que poseían, desde la cadena de restaurantes de mi papá esparcidos por la ciudad hasta la renombrada galería de arte de mi mamá.
Me legaron fortunas a las que podré acceder una vez que cumpla 21 años, lo cual se acerca rápidamente. Pero lo que no me dejaron es su presencia, lo único que más anhelo. Hicieron todo por mí, me enseñaron todo, excepto cómo vivir sin ellos. Y en cuanto a mamá, ni siquiera se despidió de mí. Qué cruel puede ser la vida a veces.
Si al menos uno de ellos estuviera vivo, podría reunir la fuerza para levantarme y procesar todo lentamente. Sin embargo, ambos se fueron al mismo tiempo, dejándome completamente sola. No me di cuenta de cuánto tiempo estuve allí, llorando por la pérdida que envolvía mi vida. Pero tengo que recomponerme y salir para el trabajo.
Secando mis lágrimas y arreglando mi rostro manchado de maquillaje, me subo a mi coche y comienzo mi camino al trabajo. Después de todo, esto es lo que siempre quisieron: que tuviera éxito y fuera feliz.
Ese es mi propósito ahora: hacerlos sentir orgullosos. Y nada puede disuadirme de lograrlo. No hay manera de que me detenga. ¿Qué más podría salir mal? No tengo nada que perder.
Al salir del coche, vi a Stacey de pie en la entrada de la oficina, organizando diligentemente algunos papeles en su carpeta. Al verme a través de las amplias ventanas de vidrio, cerró rápidamente sus archivos y se dirigió hacia mí.
"Desearía poder poner mis manos en la bestia que tienes detrás de ti algún día," comentó, lanzando una mirada anhelante al coche que rara vez tenía la oportunidad de conducir como periodista. A pesar de la atención que atraería, sentí la necesidad de sacarlo hoy después de tenerlo inactivo por tanto tiempo.
"Sabes, puedes intentarlo cuando quieras. No me importaría," le respondí, ofreciéndole la oportunidad.
"Gracias, pero no gracias. No puedo manejar ni una bicicleta para salvar mi vida," se rió, reconociendo su falta de habilidades de conducción.
"Por cierto, el Sr. Finn te está esperando. Mencionó que tiene algo importante que discutir," me informó Stacey, su tono transmitiendo un sentido de urgencia. Con eso, me dirigí hacia el interior de la oficina, curiosa por saber qué tenía en mente este viejo gruñón. Su uso de ese tono en particular generalmente indicaba un asunto de gran importancia.
























































































































