Preparación para el baile
Jess sabía que estaba tratando de evitar más preguntas sobre sí misma, pero decidió dejarlo pasar ya que no era el momento adecuado, pues tenía un baile al que asistir. Aceleró el paso para llegar a casa a tiempo. Recordó que su suministro de agua estaba disminuyendo.
Su hermana podría haber usado la mitad, si no todo, para bañarse y lavarse el cabello, y Jess no estaba lejos de eso cuando encontró a su hermana todavía en el baño lavándose el cabello con jabón perfumado, que debió haber tomado prestado de su amiga, Lisa.
Todavía estaba molesta con su hermana por abandonarla después de conseguir su vestido, sin importarle si ella podría conseguir uno lo suficientemente decente para usar en el baile. Jess notó su egoísmo por primera vez.
Se culpó a sí misma. Mia era una niña mimada, a la que sus padres le daban todo lo que quería. Sabía poco sobre las dificultades de la familia porque Michael Smith se había asegurado de que Mia obtuviera todo lo que deseaba.
Jess a menudo pasaba por alto su comportamiento porque la amaba. Pero Mia estaba yendo demasiado lejos, y alguien necesitaba enseñarle modales antes de que se hiciera el ridículo.
—¡Estás de vuelta! —dijo Mia con indiferencia.
Mia no se molestó en mirarla a los ojos porque sabía que todavía estaba enojada con ella. Se sentía arrepentida por haber abandonado a Jess, pero su hermana no estaba interesada en ir al baile, ni en convertirse en la esposa de un noble.
Mia sabía que su hermana prefería una vida sencilla y había decidido asentarse con ese don nadie, James, que no era más que un zapatero para la clase alta y la familia real.
Solo porque a su hermana le gustaba la pobreza y no disfrutaba cenar con los ricos no significaba que ella también tuviera que disfrutar de la pobreza, pensó Mia para sí misma.
—¡Perdóname! La emoción me superó y actué sin consideración. Por favor, perdóname, querida hermana —se disculpó Mia, con los labios apretados. Conocía su debilidad y la explotaba.
—¿Permitirás que un pequeño malentendido nos separe después de haber pasado por tantas cosas juntas durante veintidós años? —preguntó Mia, acercándose a abrazar a Jess por detrás mientras apoyaba su barbilla en sus hombros.
—Me vas a mojar toda —dijo Jess mientras su resolución se debilitaba.
—Eres una bribona astuta con esa lengua dulce y aduladora que puede derretir el corazón del criminal más endurecido —comentó Jess con una sonrisa.
—¿Me perdonas? Seguiré haciéndote cosquillas hasta que me digas que me has perdonado por la pequeña travesura que hice —insistió Mia.
Jess no pudo contener la risa mientras Mia continuaba haciéndole cosquillas. Intentó zafarse de su agarre, pero Mia se negó a ceder y continuó haciéndole cosquillas hasta que Jess se rindió.
—Está bien, te perdono. Por favor, deja de hacerme cosquillas —dijo Jess, riendo. Su ropa estaba mojada por el agua que goteaba de su cabello. No era de su naturaleza guardar rencor por mucho tiempo. Incluso antes de que Mia se disculpara, Jess ya la había perdonado, pero solo quería mostrar su descontento con su actitud.
—Te quiero —dijo Mia y besó a su hermana en la mejilla.
Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa mientras respondía—. Y yo también te quiero, Mia.
—Déjame ayudarte a secar tu cabello y a ponerte el vestido —ofreció Jess mientras caminaba hacia el pequeño armario en su habitación para sacar una toalla.
Después de ayudar a Mia a secar su cabello y a maquillarse, una habilidad que había aprendido de su amiga Sarah, quien era experta en ese campo, Jess se felicitó a sí misma, ya que había mejorado en comparación con el pasado.
Mia miró su reflejo en el espejo y se asombró del trabajo mágico que su hermana había hecho en su rostro. Había tomado prestado el kit de maquillaje de Lisa, quien fue lo suficientemente generosa para dárselo. El maquillaje era ligero y se mezclaba perfectamente con su tono de piel, dándole un aspecto maduro pero resaltando su juventud.
Mia fue a la parte trasera de la casa para recoger la tela que había tomado prestada de Clara del tendedero porque no se había secado cuando la tomó.
—¡Todo seco y listo para usar! La expresión en los rostros de los nobles será invaluable cuando me vean, y probablemente no hayan visto tal belleza ni siquiera entre las damas de la alta sociedad —se alabó Mia, admirando el vestido.
Se preguntó de dónde había sacado Clara un vestido tan hermoso, considerando que era pobre. Rápidamente apartó el pensamiento y entró en la casa para que Jess pudiera ayudarla a ponerse el vestido.
Jess estaba a punto de abrir la bolsa que Clara le había dado cuando Mia regresó a la casa.
—Por favor, ayúdame a ponerme el vestido —suplicó Mia.
Jess dejó la bolsa a un lado y fue a ayudar a Mia con el corsé.
—¿Vas a estar bien? —preguntó Jess, quien estaba tirando del corsé que su hermana llevaba puesto.
Mia contuvo la respiración y asintió mientras se agarraba a uno de los postes de la cama.
—¡Hazlo más apretado! —insistió Mia, y Jess tiró más de los cordones para que Mia pudiera tener una figura de reloj de arena una vez que se pusiera el vestido que había tomado prestado de Clara.
—Está bien, esto se ve bien —anunció Mia mientras se paraba frente al espejo. Se balanceó de un lado a otro para asegurarse de que se veía como quería, y así era.
—¿Podrás respirar? —preguntó Jess sobre lo apretado del corsé, lo cual le preocupaba solo de mirarlo.
—¡Absolutamente! —respondió Mia con una sonrisa tranquilizadora.
Jess se preguntaba por qué Mia quería asfixiarse solo para verse de cierta manera. Ya era hermosa, y aun sin maquillaje, destacaría. Pero Jess, conociendo a su hermana, sabía que nada de lo que dijera podría disuadirla una vez que había tomado una decisión.
Mia estaba lista, ya que había terminado de arreglarse el cabello, atando la mayor parte hacia arriba mientras dejaba dos mechones rizados en la parte trasera para descansar sobre su hombro.
