La dura verdad

—¿Tyranni? ¿Puedes oírme, cariño? —Podía oír a nana, pero cuando intenté responder, mi boca no se movía. Mi lengua se sentía gruesa y pesada, como si fuera demasiado grande para mi boca. Mi cuerpo seguía sintiéndose caliente, como si me hubieran sumergido en una tina de agua hirviendo.

Sentí que me...

Inicia sesión y continúa leyendo