CAPÍTULO 2

Dos horas después, la fiesta ha terminado, estamos técnicamente muertos de cansancio.

El reloj marca las dos de la mañana y antes de subir a nuestras respectivas habitaciones, mi padre y mis hermanos insisten en darme sus regalos.

—Pero sepan que no era necesario— digo empezando a abrir el de mi hermano Allan, y todos sabemos que es una mentira porque la mejor parte de los cumpleaños son los regalos.

Abro la caja negra y encuentro un hermoso vestido de alta costura con flores lilas. Es precioso.

—Muchas gracias, Allan, es hermoso— digo y me levanto para darle un abrazo.

Él también se levanta y me devuelve el abrazo.

—Felicidades— dice separándose de mí y volviendo a sentarse—. Me gustaría que lo usaras en mi coronación.

—Lo tendré en cuenta— digo cerrando la caja de nuevo y la pongo en la mesa de centro—. El siguiente es de... Alexander.

Este, a diferencia del de Allan, viene en una caja de tamaño mediano. La abro y encuentro un boleto de avión de primera clase a Rusia y mi libro favorito de primera edición de William Shakespeare.

Estoy sin palabras. Me encanta. Muevo un poco el libro y debajo veo una tarjeta de regalo para una librería.

—Oh Dios mío... Alexander, es increíble, me encanta, gracias, gracias, gracias, te quiero mucho— digo y lo abrazo.

—Tranquila B. Me alegra que te guste, realmente no tenía idea de qué regalarte— dice despeinándome el cabello.

—Bueno, querida, abre el siguiente— dice mi madre un poco emocionada.

—Supongo que el tuyo es el siguiente— digo y cierro el regalo de nuevo.

Tomo una caja pequeña y la abro, pero estoy un poco desconcertada por el contenido.

—¿Una llave?— pregunto con el ceño fruncido.

—La llave de tu nuevo coche— dice mi madre.

—Oh Dios mío, un coche, Ben y Larry van a conducir un coche nuevo— digo y al instante todos estallan en carcajadas.

—Esa fue buena— dice Allan.

—Qué graciosa, Blair Arabella— dice mi padre, llamándome por mi nombre completo—. Es una medida de seguridad.

—Lo sé, papá— digo con ternura.

Me siento un poco somnolienta y tengo que bostezar.

—Bueno, ¿qué les parece si seguimos abriendo regalos mañana?— sugiere mi madre.

—Sí, tienes razón mamá, bueno, nos vamos— dice Allan levantándose y ayudando a Elizabeth.

—¿No quieren dormir aquí, ya es tarde?— dice mi padre.

—No, papá, estamos bien— dice Allan.

—Bueno, yo también me voy— dice Alexander—. Anne me está esperando en casa.

Con mi ropa de dormir puesta, que es un camisón rosa pálido, decido cepillarme el cabello.

Tomo el cepillo de mi baño y me cepillo el cabello mientras voy a la cama. Pero la gran luna llama mi atención, camino hacia la ventana y la abro, y una pequeña ráfaga de aire entra por la ventana.

Inundando mi piel con aire fresco. Cierro los ojos por un momento y abro el enlace entre mi mente y mi lobo interior.

—Ella está cerca— dice—. Nuestro compañero.

—Ya no creo en nada— digo.

—Tenemos que ser fuertes— dice—. Por él.

—Ahora necesitamos dormir— digo y dejo el cepillo en el escritorio.

Abro las cobijas y me deslizo en la cama, cubriendo mi cuerpo hasta los pechos.

Miro el techo de mi habitación y sin pensarlo el sueño lentamente comienza a apoderarse de mí.

Me despierto por el escándalo que hay en la casa, se oyen ruidos como si estuvieran robando.

Me levanto lentamente de la cama y agarro un par de pantuflas negras. Me acerco a la puerta lentamente y mi mano empieza a temblar un poco.

De repente escucho un ruido como de vidrio rompiéndose, corro hacia la ventana y veo a dos chicos en el patio trasero, muevo la cabeza hacia el lado derecho y veo a otro en el techo.

Un olor insoportable inunda mis fosas nasales y al instante sé que son esos chicos. Vampiros.

Uno de los dos chicos de abajo salta y está muy cerca de mi ventana. Al instante me doy la vuelta y corro hacia la puerta.

Abro la puerta de golpe y salgo corriendo de la habitación, pero siento un tirón en mi cabello que me hace detenerme. Llevo las manos a mi cabello para disminuir el dolor que siento. El chico me arrastra de vuelta a mi habitación, cuando estamos dentro me golpea en la cara y caigo al suelo.

Me recupero del golpe rápidamente y expongo mis colmillos. Mi lobo interior ya ha llegado a su límite.

Me lanzo sobre el chico y envuelvo mis manos alrededor de su cuello y mis piernas alrededor de su cintura. Expando mis colmillos y en menos de un segundo ya le he desgarrado la garganta. Suelto el cuerpo del chico y él instantáneamente lleva sus manos a su garganta mientras cae al suelo.

Con el dorso de mi mano me limpio los labios. Salgo de la habitación y bajo rápidamente las escaleras hacia la puerta principal, antes de llegar a la puerta voy a la sala y me acerco a la chimenea para agarrar el atizador.

Salgo de la casa y lo que encuentro es un completo caos, hay vampiros matando a nuestra gente por todas partes.

Mi vista se cruza con una mujer embarazada que está tratando de defenderse de un vampiro. Eso hace que mi voluntad aumente, y mi loba interior dice:

—Mátalo— dice con valentía.

Balanceo el atizador en mis manos mientras camino hacia ellos, cuando estoy a menos de un metro del vampiro, le entierro el atizador en la espalda. El vampiro suelta un grito de dolor y se da la vuelta con la idea de enfrentarse a mí. Miro a la chica y le digo:

—Sal de aquí. Corre— digo antes de golpear al vampiro en la mandíbula con el mango del atizador.

El tipo se tambalea y aprovecho para agarrar su cuello y romperlo. Escucho el crujido de sus huesos al romperse, ya en el suelo tomo el atizador de nuevo y se lo clavo en el corazón.

Pongo mi pie en su pecho y tiro con fuerza del atizador. Una mano toca mi hombro y de inmediato agarro el atizador con fuerza.

Pero me relajo un poco cuando veo que es Alexander, todo agitado y sucio.

—Blair, tienes que irte— dice, agarrando mi brazo y tirando de mí.

—Pero ¿por qué, Alexander? Tenemos que ayudarlos— digo señalando a todos los que están siendo atacados.

—Papá, Allan y nuestros guardias ya se están encargando de eso— dice sin soltarme.

—¿Y por qué no estás allí?— pregunto.

—Porque como el beta del futuro Alfa, tengo que hacer lo que él me pide— dice y llegamos a la parte trasera de nuestra casa.

—¿Qué estamos haciendo aquí, dónde está mamá?— pregunto, pero no obtengo respuesta.

Nos adentramos un poco en el bosque detrás de la casa. Y allí veo a mamá, Liz, Anne y una niña pequeña detrás de Anne.

Corro a abrazar a mi madre. Su largo cabello castaño está recogido en un moño sin bromas, sus ojos verde oscuro están un poco llorosos, todavía está en su ropa de dormir al igual que todos los demás.

Mi mamá me devuelve el abrazo con fuerza.

—¿Estás bien, querida?— dice poniendo sus manos en mis mejillas.

—Sí mamá, estoy bien— digo.

—Bueno, tenemos que irnos— dice Alexander.

Todos comenzamos a caminar detrás de Alexander. Pero alguien empieza a gritar el nombre de mi madre. Mi papá. Mi madre se da la vuelta de inmediato y entonces puedo ver perfectamente cómo mi padre viene corriendo hacia nosotros.

Llega con mi madre y le da un beso de película. Se separan segundos después.

Mi papá desliza su brazo alrededor de los hombros de mi mamá y la atrae hacia su cuerpo.

—Tienen que irse, al rebaño de Loone Moon, tienen que cruzar todo el bosque para llegar a sus tierras y cuanto más rápido lo hagan, mejor, por eso tienen que transformarse— dice mi padre.

En ese momento pensé en la niña que vino con Anne.

—Yo... no puedo transformarme— dice Liz.

—Liz, si es porque ha pasado mucho tiempo desde...— intenta decir Alexander, pero Liz lo interrumpe.

—No es por eso, sino porque... estoy... embarazada— la cara de todos cambia instantáneamente.

Pasan unos segundos y mi padre pregunta con miedo:

—¿Allan lo sabe?

—No, iba a decírselo mañana por la mañana— dice con lágrimas en los ojos.

Me acerco a ella y la abrazo.

—No te preocupes, todo estará bien— le digo para tranquilizarla—. Podemos arreglar esto fácilmente.

—¿Cómo?— pregunta Alexander.

—Cuando te transformes, ella puede subirse a tu espalda— digo.

—Tiene razón, Blair— dice mi padre.

Mi padre y mi madre se acercan y abrazan a Liz.

—Felicidades, nos vas a hacer abuelos— dice mi papá.

—Gracias— dice Liz conteniendo las lágrimas.

—Es hora de irnos— dice Alexander.

—Alexander tiene razón— digo.

—Bueno, adelante— dice mi padre.

El cuerpo de Alexander comienza a sufrir la transformación, mueve la cabeza de un lado a otro, cerrando los ojos con fuerza. Sus manos comienzan a convertirse en garras, su piel comienza a cambiar para llenarse de pelaje color miel con partes grises. Y de un momento a otro tenemos ante nosotros un lobo de casi dos metros de altura sobre dos patas.

Alexander suelta un aullido al estar completamente transformado, sacude la cabeza hacia su espalda y luego mira a Liz. Alex se arrodilla y Liz se sube a su espalda como si fuera un caballito, una vez encima, Alexander corre, desapareciendo en el bosque.

Anne se transforma y la niña pequeña se sube a su espalda, luego Anne sigue el camino de Alexander corriendo.

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