Capítulo 40

El timbre sonó fuerte, y no mucho después, unos pasos pequeños, como los de un ciervo saltando, se acercaron a la puerta del apartamento. Eva apareció en la puerta, con una sonrisa radiante en su rostro.

—¿Estás lista? —preguntó Jona—. ¿Lista para tu última cena?

—Lista, cariño. Siempre para ti.

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