Capítulo 32

Una brillante llama se encendió en las manos de un hombre. James apretó la mandíbula, avanzando con confianza aún más cerca, sus dedos hundiéndose más en la pistola negra, listo para apretar el gatillo en cualquier momento.

—¿Ese era tu maldito don? No puedes quemar tu propia casa, donde estaba tu ...

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