Capítulo sesenta y ocho.

La curiosidad convirtiéndola en noche de todos.

—¡Leticia, por favor! —exclamó Isabel, riéndose—. No. No, solo… se me quedó viendo a los ojos y me habló. Y me sentí tan bien. Me sentí… vista. Me sentí… valorada. Es algo que nunca vi en los demás. Creo que esta vez es diferente, amiga…No quiero ...

Inicia sesión y continúa leyendo