Capítulo veintiocho

Sí, lo odiaba. Lo odiaba con toda mi fuerza vital, mi mente, mi razón. Pero Dios, mi cuerpo también lo amaba. Me veía maldiciéndolo, cediendo a la tentación que me hacía experimentar esta tristeza, bebiendo demasiado de ella y dejando que el resentimiento gobernara mis sentimientos. Aun así, cada no...

Inicia sesión y continúa leyendo