Capítulo treinta y tres

Lucas no podía respirar. Su mirada permanecía fija en la puerta cerrada frente a él, sus oídos ensordecidos por el fuerte silencio que resonaba en ellos.

Ella se había ido. Lo dejó.

—Kara... —susurró—. ¡Kara! —El grito sobresaltó a todos y antes de que alguien pudiera moverse, Lucas se lanzó hacia l...

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