Capítulo 38: el refugio de los lobos caídos

El silencio tras la emboscada era un recordatorio de lo cerca que habíamos estado de perderlo todo. El aire aún olía a humo, hierro y magia rota. Adrian se mantenía erguido, aunque la sangre manchaba su costado, y sus ojos plateados seguían alerta, escaneando cada sombra.

Yo apenas podía sostener...

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