Capitulo 44: la traición del refugio

El campo de batalla olía a hierro y cenizas. El silencio posterior era tan inquietante como los rugidos que nos habían perseguido. Adrian, herido y con la lanza aún clavada en su costado, apenas se sostenía en pie.

—Debemos movernos —dijo con voz ronca, pero firme.

Yo lo sostuve por la cintura, s...

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