Capitulo 59: el precio de la sangre

El edificio abandonado en el que nos refugiamos olía a polvo, óxido y humedad. Cada pared estaba cubierta de grafitis, las ventanas rotas dejaban pasar corrientes heladas que arañaban la piel. Allí, en medio de la desolación, Adrian y yo tratábamos de recuperar el aliento después del caos del bar...

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