30. ¡La encontré!

—Está bien. Adelante.

La sábana cayó de sus hombros y dejó al descubierto sus dedos inquietos. Al ver lo dudosa que estaba, la nerviosidad comenzó a revolverme el estómago.

—No es gran cosa. Solo estoy feliz de haberte conocido todos estos años. Los recuerdos contigo han sido algunos de los más fe...

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