Capítulo 5
—¿Estoy... muerta? Christina se despertó del dolor. Abrió los ojos y la luz del sol se filtró a través de las grietas en las cortinas, iluminando su rostro.
La luz le lastimaba los ojos y, instintivamente, intentó sentarse junto a la ventana. Pero descubrió que sus pies estaban sujetos a la cama.
Christina se rió de sí misma. Estaba claro que Sebastián no podía dejarla morir tan fácilmente.
Una aguja delgada inyectaba lentamente fluidos en su cuerpo.
Las escenas de la noche anterior se reproducían en su mente como una película, y esos sentimientos de dolor, desesperación e impotencia la abrumaban una vez más.
Recordó cómo se había disfrazado de anfitriona y había sido humillada por Sebastián, solo para que luego él le informara despiadadamente la verdad de su venganza.
La voz fría de Sebastián era como el viento cortante en invierno, penetrante e implacable. —Tu familia está acabada. Ahora, todos los miembros de la familia Seymour que aún estén vivos estarán a mi merced.
La presión aterradora hizo que el corazón de Christina latiera con fuerza, y sintió una sensación de asfixia. —No, no puedo rendirme así. No puedo dejar que su plan tenga éxito.
Usó toda su fuerza para apoyarse en la cama y sacó la aguja intravenosa, apuntando la punta afilada hacia su propio cuello.
—¿Aún quieres morir? Christina, si mueres, me aseguraré de que toda tu familia Seymour sea enterrada contigo. La voz de Sebastián vino desde la puerta, su figura se cernía sobre la habitación como un fantasma.
Christina levantó la vista y vio a Sebastián apoyado en el marco de la puerta. Una sonrisa fría jugaba en sus labios, y no había calidez en sus ojos profundos.
Estaba vestido con un traje impecable, jugando casualmente con un montón de documentos en su mano, los cuales contenían información sobre la familia Seymour.
—Mientras yo quiera, las otras ramas de la familia Seymour estarán completamente en bancarrota.
—¡Eres un loco! ¡Un completo loco! La voz de Christina temblaba, llena de miedo y rabia.
Sebastián caminó lentamente hacia la habitación, sus pasos resonaban claramente en el espacio silencioso.
Se paró junto a la cama, mirando a Christina con una mirada burlona, como si fuera un pájaro débil atrapado en una jaula. —Soy un loco, ¿y qué puedes hacer al respecto?
Sebastián repitió las palabras de Christina, sonriendo cruelmente. —Todos en la familia Seymour que engañaron y usaron a la familia Boleyn merecen morir.
Un fuerte sentido de resistencia surgió en el corazón de Christina. No podía dejarse manipular así; tenía que luchar y escapar del control de este demonio.
—¡Entonces déjame morir! Con todas sus fuerzas, Christina arrancó la aguja intravenosa, dejando una marca sangrienta en su cuello.
Sebastián rápidamente le arrebató la aguja y la abofeteó con fuerza.
—¿Crees que esto terminará todo? La voz de Sebastián era tan fría como el hielo, —Eres demasiado ingenua, Christina.
Lanzó los documentos sobre Christina. El montón de papeles se sentía como una piedra pesada, dificultando su respiración.
Con manos temblorosas, Christina abrió los documentos, cada página burlándose de su impotencia y desesperación.
—Estos son los nombres de tus familiares. La voz de Sebastián resonaba en los oídos de Christina, —Si te atreves a morir, ellos morirán contigo. Depende de ti.
Una profunda sensación de impotencia invadió el corazón de Christina. Sus familiares inocentes no deberían sufrir por las acciones de su padre.
Las lágrimas caían silenciosamente de los ojos de Christina, goteando sobre los documentos fríos, emborronando la tinta.
—Solo quieres destruir completamente mi dignidad, ¿verdad? —La voz de Christina era débil y desesperada.
Sebastián miró a Christina, una expresión de satisfacción brillando en sus ojos. Sabía que Christina no tenía otra opción que someterse a él.
—¿Cuál es tu elección? —La voz de Sebastián era baja y poderosa. Esperaba la respuesta de Christina.
Christina cerró los ojos, su corazón lleno de dolor y lucha.
Sabía que una vez que aceptara los términos de Sebastián, perdería su libertad, su dignidad y posiblemente todo. Pero no podía permitir que su familia sufriera por su culpa.
—Acepto —La voz de Christina apenas era audible, su corazón dolía.
Una sonrisa victoriosa apareció en el rostro de Sebastián. Christina ahora estaba completamente bajo su control.
—Bien —La voz de Sebastián llevaba un toque de triunfo—. A partir de hoy, eres mi esclava sexual hasta el día en que me canse de ti y te deseche.
Christina no sentía más que humillación. Había sido el orgullo de su familia, la niña de los ojos de todos.
Y había invitado problemas y finalmente se había convertido en la sirvienta de Sebastián.
—Pero tengo una condición —La voz débil de Christina llevaba un toque de determinación.
Sebastián levantó una ceja, sorprendido de que Christina hiciera una condición en tal situación.
—¿Qué? —La voz de Sebastián llevaba un toque de diversión.
Christina tomó una respiración profunda. Sabía que su condición podría enfurecer a Sebastián, pero tenía que decirla.
—Quiero que prometas no dañar a mi familia —La voz de Christina temblaba ligeramente.
Sebastián estuvo en silencio por un momento, una emoción compleja brillando en sus ojos.
No había esperado que en tal situación, la principal preocupación de Christina siguiera siendo su familia.
—Puedo prometerlo —La voz de Sebastián llevaba un toque de frialdad—. Pero si alguna vez desobedeces mis órdenes, tu familia enfrentará un desastre inmediato.
Una profunda sensación de miedo invadió el corazón de Christina. Sabía que Sebastián decía la verdad y tenía que ser cuidadosa, no irritarlo.
—Entiendo —La voz de Christina llevaba un toque de resignación.
Sebastián asintió con satisfacción, sabiendo que Christina se había sometido completamente a él. Se levantó, listo para salir de la habitación.
—Sebastián, has ganado —La voz de Christina sonó de repente, un toque de desafío en sus ojos—. Pero nunca me rendiré.
Sebastián se volvió, una sonrisa fría en su rostro.
—Ya veremos —La voz de Sebastián llevaba un toque de amenaza.
Se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a Christina sola.
El corazón de Christina estaba lleno de dolor y desesperación. A partir de ahora, se convertiría en el juguete de Sebastián.
Las lágrimas volvieron a caer, y sintió una sensación de impotencia y desesperación sin precedentes. No sabía si podría soportar esa vida.
Las lágrimas resbalaron por sus mejillas, goteando sobre las sábanas, dejando manchas oscuras.





























































































































































































































































































































































































































































