Cuarenta y cuatro. Tú también puedes ir al infierno

Chloe sollozó en silencio.

Ya no olía a aceite sucio.

En realidad, olía a... Nathaniel.

Chloe, que aún estaba entre dos mundos, frunció el ceño. Intentó recordar cómo había llegado a casa. Recordaba claramente haberle dado su respuesta a Markings.

No tenía otra opción, tenía que aceptar ayudarlo...

Inicia sesión y continúa leyendo