CAPÍTULO 9

La voz de Charlie al otro lado sonaba firme, su tono una mezcla de preocupación y ansiedad.

—Nina, necesito hablar contigo. ¿Puedes salir un momento?

El corazón de Nina dio un vuelco, la solicitud inesperada provocando una avalancha de preguntas y emociones.

—Charlie, estoy en mi despedida de soltera ahora mismo. ¿Puede esperar?

Hubo una pausa al otro lado de la línea hasta que la voz de Charlie volvió a escucharse.

—Nina, dije que necesitaba hablar contigo, y es realmente importante. ¿No puedes excusarte unos minutos en lugar de cuestionarme?

La urgencia en la voz de Charlie le provocó un escalofrío a Nina, su curiosidad ganándole. Miró a sus amigas, que seguían bailando y divirtiéndose, y les ofreció una sonrisa de disculpa.

—Vuelvo enseguida.

Nina salió de la casa, el aire cálido de la tarde golpeando su rostro mientras se alejaba de la animada celebración. Encontró a Charlie esperándola, su expresión una mezcla de ansiedad y tensión. Sus ojos se encontraron y, por un momento, una oleada de dolorosos recuerdos la invadió.

—Charlie, ¿qué quieres? —preguntó Nina, su voz firme y su rostro severo.

Charlie se acercó a Nina con una sonrisa siniestra en su rostro.

—Escuché que estás esperando un hijo mío, y estaba tan emocionado.

Nina estaba impactada, y se preguntaba cómo Charlie se había enterado de su embarazo. Además, creía que estaba diciendo tonterías al afirmar que estaba emocionado por el embarazo de la futura esposa de su hermano.

Los ojos de Nina buscaron el rostro de Charlie, una mezcla de sorpresa y confusión evidente en su mirada.

—Charlie, no entiendo. ¿Cómo te enteraste de mi embarazo?

—Bueno, eso no es asunto tuyo. Vine aquí para hacerte saber que estoy al tanto de nuestro hijo, y debes asegurarte de que esté a salvo y que no le pase nada, a pesar de tu matrimonio con Ralph.

El aire se volvió más tenso. Los ojos de Nina se clavaron en los de Charlie, una mezcla de ira, frustración y desafío ardiendo en su mirada.

—Charlie, no tienes derecho a controlar mi vida —la voz de Nina temblaba de ira mientras hablaba, sus palabras una declaración de independencia—. No soy tu posesión, y no permitiré que dictes lo que hago.

El rostro de Charlie se endureció.

—¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera, Nina? ¡Obedéceme, o tendrás la culpa! —Charlie amenazó mientras acercaba el rostro y el cuerpo de Nina hacia él para besarla, pero Nina intentó resistirse. El agarre de Charlie era tan firme que solo pudo luchar inútilmente.

—Te amo, hermosa. Puede que te cases con ese tonto de Ralph mañana, pero mírame; nadie puede alejarte de mí —dijo Charlie, estallando en una risa malvada.

—¡Maldito! ¡Suéltame ahora mismo! —gritó Nina.

Su corazón latía con fuerza mientras se daba la vuelta para alejarse de Charlie. Sentía una mezcla de ira, frustración y vulnerabilidad, su mente dando vueltas por la intensidad de su conversación. Sin embargo, cuando dio un paso adelante, el agarre de Charlie en su brazo se apretó, deteniéndola en seco.

—Espera, Nina —la voz de Charlie era un susurro bajo y urgente mientras la acercaba, su aliento cosquilleando su oído—. Antes de que te vayas, hay algo que necesito decirte.

El corazón de Nina latía con fuerza en su pecho, su cuerpo tenso mientras intentaba liberarse del agarre de Charlie. Lo miró, sus ojos una mezcla de cautela e incertidumbre.

—¿Qué es, Charlie? Suéltame.

La mirada de Charlie se clavó en la de ella, una mezcla de desesperación y determinación en sus ojos.

—Nina, quiero que me sigas. Hay una habitación de hotel cerca. Necesitamos hablar en privado.

Los ojos de Nina se abrieron de par en par, sus pensamientos un torbellino de confusión e incredulidad.

—¿Estás loco? No voy a ir a ningún lado contigo.

El agarre de Charlie en su brazo se apretó, su voz apenas audible mientras hablaba, sus labios rozando su oído.

—Nina, tienes que escuchar. Si no vienes conmigo, le diré a Ralph sobre el embarazo. No tengo nada que perder.

El corazón de Nina pareció detenerse por un momento, el peso de la amenaza de Charlie cayendo sobre ella como una ola. Su mirada se fijó en la de él, una mezcla de miedo y desafío en sus ojos.

—No te atreverías.

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