138

Los ojos de Kenzo ardían con una furia desenfrenada. Su respiración era corta y caliente, tan cerca de mi rostro que el instinto me decía que retrocediera, pero me mantuve firme. Sostuve su mirada, decidida a mantener mi compostura. No había hecho nada malo. No le pertenecía. Lo único que le debía e...

Inicia sesión y continúa leyendo