141

Me senté en mi cama, con la mirada fija en Ícaro, pero mi mente se sentía a la deriva, desanclada por el miedo y la confusión. Sus ojos inquietos, oscuros como una tormenta, ardían de frustración y su mandíbula tensa reflejaba un arrepentimiento no expresado. Lo conocía lo suficiente para adivinar l...

Inicia sesión y continúa leyendo