42

Forcé otra sonrisa forzada en mi rostro, dándome cuenta de lo silenciosa que me había vuelto cuanto más tiempo pasaba allí sentada. Me sentía como una muñeca—una mera decoración traída para divertirlos, o más bien, para entretener específicamente a Penrose. La miré, captando un destello en sus ojos ...

Inicia sesión y continúa leyendo