53

El hombre rubio se lanzó hacia mí, intentando agarrar mi muñeca, pero me giré justo a tiempo.

—¡No me toques!— grité, mi voz cortando el aire viciado.

—Oh, no te pongas tan tensa, querida— dijo el hombre de ojos de serpiente con una sonrisa tan afilada como su tono —Te prometo que gritarás de plac...

Inicia sesión y continúa leyendo