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Hadrian me sacó del maletero, mis piernas cediendo en cuanto tocaron el suelo. Mi cuerpo se rindió y caí en sus brazos.

—Cuidado—. Su risa baja resonó en el aire frío mientras me estabilizaba, guiándome para que me apoyara contra el coche.

—¿C-cómo?— tartamudeé, mis dientes castañeando por el frío...

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