80

Desperté con el peso de mi mejilla presionada contra el pecho de Hadrian. Su cuerpo, aunque firme —quizá demasiado firme para ser una almohada adecuada— ofrecía una frescura que calmaba mi piel demasiado sensible, aún vibrando por la noche anterior. Solo rogaba no haber babeado mientras dormía.

Ext...

Inicia sesión y continúa leyendo