2

CAPÍTULO 2

Cuando era niña, mi abuela me contaba sobre nuestra naturaleza de licántropos. Y como es que nuestra pequeña maldición mantiene nuestro ser y nuestra alma en un punto medio. Nunca vamos a ser normales… siempre seremos un humano que se convierte en lobo o un lobo que puede ser humano. Nosotros sufrimos por ambos bandos, nada es fácil pues a pesar de nuestros poderes de sanación cuando tenemos peleas, tenemos nuestro lado humano y podemos padecer enfermedades que nunca nos matarán, pero si no van a poder torturar. Todos cuentan sobre las historias de nuestros antepasados y como es que a muchos los mataron, como oros sobrevivieron y como otros simplemente deseaban ser más humanos que lobos. Pero también hablan de que al nacer, cada licántropo nace con un destino ya dictado. Cuando la Luna lo decida, las dos almas se encontrarán y se unirán. Esa pieza faltante es la que se supone que vendrá a mejorar tu vida... Todos tenemos un mate, pero también tenemos el poder de decidir si queremos estar o no con él.

Si este hombre es mi mate entonces corro un gran riesgo… alguno de los dos tendrá que rechazar el poder y todo apunta a que seré yo quien no llegue nunca a liderar su manada. Sino que seré solo la Luna de la manada Luna Roja.

—Soy tu mate —responde receloso.— Pensé que me estaba sintiendo un poco mal… nunca había sentido esas cosas.— Remarca de mal humor.

—Yo tampoco— digo. —Venía a una reunión para presentarme, no a encontrar a mi mate.— Impregno el pesimismo en mis palabras para que noté que estoy igual de descontenta que él.

—Pasa por aquí.— Me señala un pasillo. Caminamos en silencio hasta llegar a una habitación que parece ser un despacho. El tal George se sienta y me señala una silla frente a él.

—Gracias— me siento sin saber a donde nos llevara la situación.

—Hemos tenido visitas de muchas manadas, todas quieren ser nuestros amigos, pero no todos tiene la dicha.— Explica mirándome directamente a los ojos.

— Yo ni siquiera tuve que ir por ahí de casa en casa porque… ya me conocían. Soy el hijo mayor, desde que nací sabían que un día sería el alfa. Así que no sé qué decirte, no te puedo dar tips.— La forma en la que se expresa resalta seguridad y egocentrismo. Es obvio que sabe que tiene el poder y que de paso es bastante atractivo.

—No los necesito.— Comento con orgullo.— Soy la hija mayor también, soy la futura alfa.— Imprimo el mismo orgullo y ego que él.— Hago esto para presentarme, para que me conozcan porque he estado ocupada siendo yo que casi nadie sabe de mi existencia.

—¿Tú hermano no es el alfa? pude verlo en la entrada de mi casa con mi hermana, creí que era él.— Entrecierro los ojos intentando descifrar si me está gastando una broma o es enserio lo que me dice.

—Te lo dije cuando me presenté.

—Bueno, estaba muy aturdido por lo que estaba pasándole a mi cuerpo.

—Bueno, pues te lo repito. Soy Paulina Marín, futura alfa de la manada Luna negra.— Insisto de mal humor.

—Vaya, esa manada es… buena. Tenemos tratos desde hace muchos años, así que no te preocupes por… caerme bien. Los tratos que hizo mi padre cuando era alfa siguen en pie a menos de que hagan algo estúpido. ¿Harás algo estúpido como alfa?

—No— aseguro.— No haré nada estúpido como una alfa.— Recalco la “a” de alfa.— Mis padres sabían que yo sería la que tomara el cargo cuando llegara la hora, pero nunca me hicieron entrenar más de lo que debía. Mis padres me dejaron ser libre antes de que llegara mi hora.

—Que afortunada chica, fuiste libre, pero cuando tomes el cargo de alfa… vaya que estarás ocupada, serás observada y todo dependerá de ti y solo de ti.— Se encoje de hombros quitado de la pena. —Ahora, creo que ya hemos terminado.

—Si— respondo poniéndome de pie. Debo de ir por mis hermanos, quiero largarme de este sitio que irradia egocentrismo por doquier. No creo que logre nada con este chico, es demasiado petulante como para poder sentarnos a hablar de esos tratos que hay entre nuestras manadas.

—Hey— me llama.— ¿A donde vas?

—Hemos terminado ¿no?— contestó de mal humor, pero intentando disfrazarlo. Pues no quiero que él se dé cuenta de que ha logrado sacarme de mis casillas en tan tonta interacción.

—Así es, hemos terminado con el asunto de las manadas. Pero tú bien sabes que falta algo más, nuestro asunto.— Recalca la última frase.

—¿Y qué hay que decir?— cuestionó altanera. Si somos mates siempre podemos fingir que no es así, nadie lo sabrá más que nosotros.

George se pone de pie y me mira a los ojos, su mirada traspasa mi ser… me hace sentir pequeña y la vez valiente. Su ser reta el mío y eso… no sé si me gusta o me asusta. Siento cosquillas en mi piel, y siento que el corazón se detiene cuando da tan solo dos pasos para llegar a mi. Su aroma se siente más fuerte y de nuevo siento que mi cuerpo no reacciona de forma normal. Caraj*, todo sería mejor si no me latiera el corazón como si hubiese corrido un maratón.

—Puedo sentir como late tu corazón y déjame decirte que… mi corazón late de la misma forma. — Explica. De un momento a otro toma mi mano sin pedir permiso y la coloca en su pecho para que pueda sentir lo que él dice.

—Bueno, creo que deberías de ir al doctor. No es normal que tu ritmo cardiaco esté tan alocado.— Le quito mi mano y doy media vuelta para salir de esta habitación. Siento que me estoy asfixiando.

—Hey, hey, hey— me detiene tomándome del brazo.— Alto, ¿quién dice que te puedes ir?

—Yo he decidido que es hora de que me vaya. Buscaré a mis hermanos y nos iremos, no es necesario quedarnos más tiempo cuando las cosas ya se han terminado.

—Déjame decirte algo, Chelsea Marni. Estás en mi manada y si yo decido que no te vas, no te vas.— Sus ojos se tornan sombríos. Su expresión de diversión ha cambiado totalmente y en su lugar aparece una expresión de amenaza. Sus ojos me miran como si fuese una presa…

Parpadeo varias veces intentando saber qué carajos es lo que está pasando. Su agarre es fuerte, tan fuerte que siento dolor.

—¿Puedes soltarme?— le pido en voz baja. Sé que me ha escuchado a pesar de eso, pero no me hace caso, al contrario, me sujeta aún más fuerte.

—También déjame decirte que desgraciadamente para mí y para ti desde el día de hoy no te voy a poder sacar de mi cabeza y probablemente no te podrás ir hasta que aceptes ser mía.

¿Que carajo?

Capítulo anterior
Siguiente capítulo