Capítulo 6 6. Juegos sexuales.
Luca ya está recostado en el sillón, una pierna sobre la otra, con esa sonrisa de quien sabe que tiene toda mi atención. Damián permanece cerca de la barra, como siempre, impecable, la postura relajada pero con un aura de dominio que no se quiebra ni un segundo.
—Llegaste —dice Luca, ladeando la cabeza, con un gesto que mezcla impaciencia y diversión—. Pensé que ibas a aparecer tarde, como siempre.
—No me retraso —respondo, caminando hacia ellos con paso firme, sosteniendo mi mirada en la de Luca primero, luego desviándola a Damián—. Solo disfruto del suspense.
Damián arquea una ceja, apoyando un brazo en la barra y cruzando la pierna como si mediera mis movimientos. Esa mirada suya, fría y calculadora, me sigue mientras me acerco, y no puedo evitar sonreír. Me gusta cómo me observa, como si midiera cada pensamiento que cruza por mi cabeza.
—El suspense —dice Damián con voz baja, pausada—. Es un arma peligrosa.
—Depende de quién lo maneje —replico, acercándome lo suficiente para sentir la distancia entre nosotros, pero sin cruzar el límite.
Luca se ríe suavemente, dejando que el brazo repose sobre el respaldo del sillón.
—Cuidado, Damián. Parece que alguien aquí sabe jugar muy bien con sus cartas.
—Siempre es un juego —responde él, sin apartar la mirada—. Pero algunos juegan demasiado rápido y terminan perdiendo.
Siento un escalofrío recorrerme la espalda. Me gusta este juego. Me gusta cómo se cruzan las tensiones, cómo cada palabra tiene doble filo, cómo cada gesto puede ser una provocación y una advertencia al mismo tiempo.
—Entonces estamos todos en desventaja —susurro, apoyando la barbilla en la palma de la mano, con la mirada fija en Damián—. Pero yo disfruto de la posición que me tocó.
—Eso lo dices como si supieras exactamente lo que querés —replica Luca, inclinándose un poco, sus dedos rozando los míos apenas.
—Y lo sé —respondo, con una sonrisa apenas insinuada—. Pero hay que mantenerlos adivinando, ¿no?
Damián se acerca un par de pasos, como si quisiera recordarme que puede acortar cualquier distancia a su voluntad.
—Es cierto —dice, con esa calma que me desarma—. Pero también disfruto cuando alguien me provoca sin miedo.
Luca se recuesta, cruzando los brazos y lanzándome una mirada divertida.
—Ah, así que vos también disfrutas de esto, ¿eh, Victoria? Todo este juego, toda esta tensión…
—Sí —susurro, dejando que mis ojos brillen con un destello de complicidad y desafío—. Me gusta sentir que puedo manejarlo, incluso cuando parece que no.
Nos reímos suavemente, y por un instante, el mundo se reduce a esas miradas, a esas palabras, a la electricidad que fluye entre nosotros. Cada gesto, cada pausa, cada roce mínimo es un mensaje que entendemos sin necesidad de decirlo en voz alta.
De repente, el celular de Damián vibra. Su mirada se endurece apenas, y veo cómo toma el dispositivo con cuidado. La voz femenina que habla al otro lado no es audible, pero la tensión en sus hombros y la manera en que aprieta el celular hacen que algo se encienda en mi interior: la sospecha.
—¿Todo bien? —pregunta Luca, siguiendo mi reacción.
—Sí… solo una llamada inesperada —respondo, intentando sonar tranquila, aunque mi mente ya empieza a hilar hipótesis.
Damián habla en voz baja, palabras medidas, pero no puedo evitar notar el cambio sutil en su postura. No escucho lo que dice, pero cada gesto es un indicio: la mandíbula tensa, la mirada que se pierde en un punto distante, los dedos que aprietan el celular. Algo en mí sugiere que esa mujer no es cualquiera.
Luca me lanza una mirada, leyendo la tensión que siento.
—¿Otra vez celosa, Victoria? —susurra, divertido, inclinándose hacia mí—. Me encanta cómo reaccionás ante él.
—No es celos… es… curiosidad —replico, tratando de sonreír mientras mi corazón late más rápido—. Nada más.
Damián cuelga lentamente, y sus ojos encuentran los míos. Esa mirada suya, intensa, me hace dudar por un instante: ¿miedo, preocupación, protección? No sé, y eso me intriga aún más.
—Disculpen —dice finalmente, con voz neutra, aunque la tensión sigue palpable—. Continuemos.
—Por supuesto —respondo, dejando que mis labios dibujen una sonrisa sutil, jugando como siempre—. Nadie dijo que perderíamos el juego.
Luca se recuesta en su sillón, cruzando las piernas y apoyando la cabeza en el respaldo, como si disfrutara de cada segundo de esta tensión.
—Lo admito —dice, con voz baja y cargada de complicidad—. Esto se pone cada vez mejor.
Me acerco a la mesa, dejando que mi presencia se sienta, pero sin moverme demasiado. La proximidad de Damián me hace estremecerme, mientras Luca me observa, paciente y provocador a la vez.
—¿Sabés lo que me fascina de vos, Victoria? —pregunta Damián, con voz grave—. Que nunca pierdes el control, incluso cuando todo a tu alrededor conspira para que lo hagas.
—Es un talento —replico, dejando que la mirada se deslice entre ellos—. Pero también hay que saber cuándo ceder un poco para mantener el juego interesante.
—Ah, entonces admitís que te gusta el riesgo —susurra Luca, inclinándose hacia mí.
—Solo cuando sé que puedo manejarlo —digo, divertida, jugando con sus reacciones.
El silencio que sigue es pesado, cargado de electricidad. Cada gesto, cada mirada, cada respiración cuenta. Y aunque la llamada de antes ha dejado una sombra de duda en mi mente, la atracción entre nosotros tres sigue intacta, irresistible.
Damián se recuesta de nuevo, y sus ojos buscan los míos. Puedo ver la intensidad que no desaparece, incluso después de colgar.
Luca, desde el sillón, sonríe de lado, como si supiera lo que pienso sin que yo diga una palabra.
Siento que el tiempo se estira, que cada segundo es una eternidad. Y mientras me dejo llevar por la tensión, por las miradas, por los gestos, no puedo evitar pensar que esta noche apenas comienza… y que aún queda mucho por descubrir entre ellos.
El celular de Damián vibra otra vez, pero esta vez es distinto.
Él lo toma y su expresión cambia apenas, un instante que no puedo ignorar.
Una mujer al otro lado de la línea, y un susurro de sospecha que se instala en mi mente: ¿será su novia?
El juego continúa, pero ahora con un nuevo hilo de intriga, un misterio que me obliga a mantener los sentidos alerta.
Y aunque no sé la respuesta, algo en mí sabe que esta noche no terminará sin que descubramos mucho más…
