Capítulo 32 33

Mía cerró el diario de golpe, con las manos temblorosas. El cuero áspero rozó sus dedos húmedos por las lágrimas que caían sin control. La vela encendida sobre la mesa parpadeó, proyectando sombras en las paredes de la cabaña, como si los recuerdos escritos quisieran escapar de las páginas y tomar f...

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